jueves, 8 de agosto de 2013

La guerra contra el narcotráfico y el consumo legal de la mariguana en México



Los últimos acontecimientos en Michoacán, Guerrero y Zacatecas demuestran que la guerra contra el narcotráfico no ha podido invertir la espiral de violencia sino todo lo contrario. Los cambios de forma, que no de fondo, que ha impulsado el gobierno federal, acatando fielmente el guión fabricado en el Departamento de Estado de los EE. UU, pretenden cambiar la percepción de los habitantes de este país respecto a la guerra civil que vivimos, promoviendo la idea de la existencia de un supuesto nuevo estilo de gobernar, pero los resultados prometidos no parecen estar cerca. La luz al final del túnel es en realidad el foco de la locomotora de la barbarie que se acerca.

En este contexto, todo el proceso de discusión con respecto a la posibilidad de legalizar el consumo de la mariguana en México parece más una maniobra de distracción para ocultar el fracaso del control del mercado ilegal de drogas que una estrategia a largo plazo, dirigida a desarticular poco a poco el poder del narcotráfico, derivado del aumento del consumo de sus productos. La enorme difusión de la posibilidad de la legalización ha tomado fuerza sobre todo en las redes sociales pero ha estado presente en todo el espectro mediático.

Habrá que reconocer que en el contexto internacional el tema ha tomado fuerza a raíz de la legalización en Uruguay y en algunos estados de nuestros vecinos del norte, no sólo para con fines médicos sino también recreativos. Si a esto agregamos que a nivel continental la estrategia yanqui de combate a las drogas basada en la militarización ha demostrado ser ineficaz, y fuertemente criticada incluso por jefes de estado, no sorprende entonces que la discusión sobre la despenalización de la mariguana haya tomado fuerza en estas tierras.

En las últimas semanas los foros de discusión han involucrado a grupos de intelectuales, políticos y organizaciones no gubernamentales que se han reunido para discutir los pros y contras de la cuestión. Los argumentos giran alrededor de definir el problema como una cuestión de salud pública, de seguridad y violencia sin olvidar el componente moral, este último utilizado por los que se oponen al legalizar el consumo. Pocos han sido los actores políticos que no se han pronunciado sobre el tema y las posibilidades de que en el Distrito Federal prospere una legislación que redefina el problema del consumo de la mariguana resulta probable, a contrapelo de buena parte del resto del país.

En todo caso y sin afán de despreciar la discusión y sus posibilidades resulta extraño que el tema haya cobrado fuerza y que además, haya convocado a buena parte del estamento político institucional a considerar seriamente la cuestión. Extraño no porque buena parte de nuestros representantes consuman drogas cotidianamente, legales e ilegales, e incluso se beneficien económicamente del tráfico sino porque la dinámica de combate al narcotráfico seguirá siendo la misma –militarización y criminalización del consumo, aderezado con altas dosis de corrupción y contubernio por parte de las autoridades encargadas de su control. Extraño porque los principales beneficiados del narcotráfico, los accionistas de las instituciones financieras, seguramente no verán con buenos ojos la posibilidad de que sus enormes ganancias disminuyan para engordar al presupuesto de los países productores. 

Algunos analistas han señalado que una política de despenalización del consumo de la mariguana en un ambiente de corrupción, tráfico de influencias e impunidad generará más violencia, pervirtiendo todo el proceso y logrando un efecto contrario al que se busca. ¿Qué capacidad y calidad moral tiene el estado mexicano para controlar la producción, la distribución y el consumo de la mariguana? Eso en el caso de que sea el estado mexicano el que se ocupe del asunto pues en tiempos furiosamente privatizadores habría que considerar la posibilidad de que semejante industria sea vendida al mejor postor, por ejemplo, las corporaciones internacionales que vende tabaco o las cerveceras. Cuando Vicente Fox declaró que el negocio de la mariguana le resultaba atractivo, estaba diciendo en público lo que muchos empresarios no se atreverían a manifestar, pero una vez que sea legal su venta seguramente estarían dispuestos a entrarle al negocio, sin lugar a dudas.

Si bien la despenalización del consumo de la mariguana es un tema complejo –no sólo toca cuestiones de salud pública o de seguridad sino económicas y hasta filosóficas- y podría abrir la puerta a soluciones alternativas a la militarización y el descabezamiento de los cárteles, dadas las circunstancias, resulta más lógico pensar que no es más que una simple maniobra para obtener beneficios políticos -traducidos en votos, of course- del sistema político y al mismo tiempo ocultar el tremendo fracaso de la guerra contra el narcotráfico y el aumento de la violencia. Un guiño a la empobrecida/endeudada clase media urbana mexicana, para simular que el progreso es inevitable, aunque sea en medio de un mar de sangre y sufrimiento.

1 comentario:

Anónimo dijo...

La marihuana en particular y los psicofármacos y estimulantes de producción industrial o tecnológica han sido demonizados y el uso de éstos últimos restringido a la industria farmacéutica, exclusivamente para encarecerlos e incorporarles el costo policial y el costo humano de la confinación penitenciaria, transformándolos en instrumentos de política financiera.