miércoles, 25 de abril de 2012

El futuro del sueño bolivariano tiene sólo un escollo: la sumisión de México a los EEUU.

La reciente sexta Cumbre de las Américas demostró claramente que los EE.UU. han perdido presencia y capacidad para imponerse como el factor decisivo en el futuro de la región. Las derrotas militares en Irak y Afganistán han llamado más la atención que el declive de su presencia en Latinoamérica, que me parece mucho más significativo en términos geopolíticos, tanto  por sus enormes reservas de recursos naturales y por ser el espacio geográfico en el que se aplicó el espíritu del Destino Manifiesto, clave para que EEUU se convirtiera el centro del sistema mundo por más de tres décadas.

En la opinión pública internacional es común hoy encontrar opiniones que apunta al reconocimiento de la decadencia yanqui; la pregunta recurrente no es ya si EEUU está en decadencia sino que región lo sustituirá y sobre qué bases. El realineamiento de los integrantes del sistema mundo es hoy el acontecimiento geopolítico que más llama la atención de especialistas, políticos y periodistas.

En este sentido, la sexta Cumbre de las Américas fue calificada por algunos observadores especializados como una revuelta generalizada contra el liderazgo de EEUU, particularmente contra la cuestión del manejo del narcotráfico como en la producción de armas y entre países como Brasil y la India. Si se acepta que el control de la guerra contra el narcotráfico y los acuerdos militares -como el Plan Colombia o el Plan Mérida- así como el monopolio de la producción de armas en el continente representan dos de los mecanismos más importantes para el mantenimiento de la dominación yanqui en la región no queda más que reconocer que la debacle es real e imparable.

Raúl Zibechi propone cinco razones para explicar el deterioro del control de EEUU en la región latinoamericana: el fracaso de la política antidrogas y el bloqueo a Cuba; el debilitamiento de la OEA y el fortalecimiento de UNASUR; la pérdida de su liderazgo comercial, sobre todo en; el crecimiento de las inversiones de China; y el fin del monopolio de las alianzas militares. (La Jornada, 20-04-12) Ante semejante escenario, el analista uruguayo define una perspectiva poco halagadora para la vigencia de la doctrina del Destino Manifiesto en su otrora patio trasero.

Las razones expuestas no son tendencias en formación si no hechos consumados. Pero me parece que hay un obstáculo evidente en el realineamiento geopolítico de nuestra América (José Martí dixit): el vergonzoso sometimiento de la clase dominante en México a la precaria hegemonía yanqui. Resulta doloroso observar cómo mientras en Sudamérica está en juego un proyecto para que las naciones puedan definir con mayor grado de autonomía su futuro, en México los dueños del dinero (y sus intelectuales orgánicos)  sigan empecinados en amarrarse a una economía en declive con el objetivo de subsidiarla, a costa del empobrecimiento y el aumento de la violencia generalizada, a cambio de migajas.

Habrá que asumir que el sistema mundo está cambiando por lo que resulta fundamental empezar a mirar hacia el sur y dejar de mirar sólo al norte. Con esto no quiero decir que hay que ignorar a los EEUU si no que es indispensable redefinir nuestra relación. El proyecto histórico geopolítico original para nuestra América en el siglo XIX no era seguir sometidos a Europa o aliarnos a los EEUU para cambiar al amo. El proyecto original era fortalecer las alianzas entre los pueblos latinoamericanos para ofrecer un frente común contra el colonialismo. Lo dijeron Bolívar y Martí. De ello depende que México y el resto de los países latinoamericanos salgan del hoyo en que están metidos hoy para construir  una perspectiva esperanzadora para los próximos cien años.

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