miércoles, 9 de diciembre de 2009

Para santurrones y ateos de comunión diaria

Es vigente sin duda, el tema del laicismo del estado y el alcance que lo religioso debe tener en el mundo político; periodistas y políticos han reaccionado enérgicamente y se han encargado de señalar a la iglesia católica como responsable de inmiscuir sus intereses y lograr llevarlos a terrenos públicos, ejemplo de esto es el caso de la penalización del aborto.

Las opiniones al respecto, por supuesto, son divididas; por un lado podemos encontrar a la comunidad creyente y fervorosa, quienes simpatizan con la rigurosa medida, claro está, por que es acorde a su horizonte de creencias; por el otro encontramos una no menor cantidad de gente que se ha sentido violentada con la medida.

Lo importante, a mi consideración, es señalar los matices pertinentes en cuanto al tratamiento de éste problema, pues no es lícito imponer una forma de vida propia, como son los valores morales, al resto de la gente; tampoco lo es satanizar estas formas de vida, como lo es la del pensamiento religioso.

Resultaría tramposo tratar de definir desde un solo instante y perspectiva lo que es la religión, quizá éste sea precisamente uno de los logros que el pensamiento religioso trata de alcanzar, el de superar la perspectiva propia; sin embargo no podemos negar la riqueza cultural, vital y espiritual que todo el mundo religioso ha legado generación tras generación al mundo.

El pensamiento religioso no es necesaria y exclusivamente un pensamiento transmundano; los libros sagrados están llenos de parábolas y pasajes que versan sobre hechos y problemas del mundo humano, lo que los llena de una vitalidad, de un conocimiento acerca del hombre, no menos respetable que los que con sus respectivas metodologías puedan lograr las ciencias humanas actuales.

¿Qué si la religión tiene una dimensión política? ésta pudiese ser una pregunta pertinente para relacionar nuevamente el tema el problema inicialmente planteado, yo me inclino a pensar que sí la tiene; sin embargo considero que la tiene en la medida en que posibilita la meditación y la reflexión acerca de uno mismo, la religión es (y no por que lo diga yo) un camino interior, es autoconocimiento, lo que me posibilita la modificación de la relación con los otros (que es su dimensión política), pero desde mi mismo, no exigiéndole al otro que debe ser de tal o cual forma. Además es un ejercicio que se debe hacer con convicción y por propia decisión.

Desde el seno del cristianismo mismo, que muchos por supuesto no quieren mirar, se puede hacer esta apreciación, cómo olvidar el pasaje en que Jesús interviene cuando María Magdalena está a punto de ser apedreada, ella, una puta, mujer de la peor calaña, es merecedora también del perdón y la renovación del espíritu.

La paz interior no se logra con la modificación de lo externo, esto requiere de un arduo ejercicio de conciencia, de meditación, lo que a la postre puede que posibilite la aceptación del mundo. El pago de diezmos, limosnas, actos de caridad, ir todos los domingos a la iglesia, exigirle a fulano y sotano que sean como yo digo, etc., difícilmente por si solos posibiliten algún tipo de paz.

Por tanto cabría quizá la prudencia al hablar de religión y desde un pensamiento religioso, tanto para aquellos que impetuosamente satanizan y desprecian milenios de aprendizaje humano, como para aquellos que quieren hacer de su vida religiosa los parámetros de la moralidad y de la vida legal. Recordemos que el que esté libre de pecado que tire la primera piedra.

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