sábado, 7 de noviembre de 2009

Canasta de Cuentos Chinos

Durante todo el siglo XX el monstruo que amenazó con profanar la integridad física y moral de familias y naciones recibió el nombre de “comunismo.” Una vez que sucumbió aquel engendro del mal ante las fuerzas misericordiosas de la democracia y el orden, hubo la necesidad de buscar algún otro demonio al cual imputarle toda la responsabilidad del sufrimiento humano. La guerra del Golfo Pérsico catapultó al estrellato cuasi-cinematográfico a Saddam Hussein y el mundo árabe, y ofreció a las piadosas almas de propios y extraños una nueva cara del anticristo. Ya no era una lucha entre dos bloques políticamente antagónicos. La nueva causa del terror mundial era el choque entre el Radicalismo Islámico y la “Democracia Fraternal”: un auténtico choque de civilizaciones.

Pero como la gente no ocultó su desconfianza en torno a estos postulados escandalosos, hubo que aderezarles con otros cuantos males. Así, el mundo fue testigo de uno inusitado brote de plagas atroces, criaturas malandrinas y trágicos cataclismos: los ovnis, las vacas locas, el chupacabras, los musulmanes, la mafia china, el Apocalipsis, India-Pakistán y las bombas nucleares, la homosexualidad sin closet, hombres y animales clonados, King Kong versión remasterizada; en fin, un universo de amenazas catastróficas y siniestras.

Con el arribo de un nuevo siglo, no obstante, fue necesario actualizar el Leviatán. Así, la industria del terror se dio a la tarea de crear nuevas cepas endemoniadas que amenazaran con exterminar una vez mas la especie humana. Sin embargo, para esta ocasión el verdugo debía ser más genuino y verosímil. Después de que los Dioses caritativos nos eximieran y renovaran el contrato al menos por otro siglo, nuevos frentes malignos comenzaron a horrorizar a hombres y mujeres, ancianos y niños. Entre los principales neo-agentes del mal cabe destacar a los siguientes: Al Qaeda, Osama Bin Laden, Armagedón, los Zetas versión transnacional, Hugo Chavez, un Coreano suelto en la Universidad de Virginia, la crisis hipotecaria, la crisis alimentaria, la crisis financiera, la crisis sanitaria, la gripe aviar, la influenza porcina, la rabia bovina, los terroristas y narco-terroristas, el eje árabe del mal, los tsunamis, el calentamiento global, el Peje en sus múltiples variantes internacionales, la fayuca china, el dengue, la Pakistanización del mundo, el atentado contra la vida desde su concepción (aborto, vaya, para evitar sofismas clericales) etc.…

Debajo de este apócrifo terror, subyacen un par de verdades comprometedoras: 1) 2,800 millones de personas, es decir, cerca de la mitad de la población mundial, viven con menos de 2 dólares al día, lo que implica cientos de miles de perdidas humanas a causa de hambruna y enfermedades curables año tras año; 2) 20% de la población mundial posee el 90% de la riqueza planetaria.

Tres preguntas a modo de conclusión:

Uno. ¿Porque nadie se horroriza con estas desproporciones inhumanas?

Dos. ¿No será que este terror artificial se explica en función de ocultar verdades inconfesables y escudar a los auténticos chupacabras?

Tres. ¿Por qué a pesar de su obviedad, el mundo aún se escandaliza con cuentos chinos?

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